Al bolígrafo: in Memoriam

Los llamados Nativos digitalesGeneración YMillenials, ..., en fin, para entendernos, los chavales y jóvenes hasta los 20-25, más o menos, que empezaron a hacer uso de su razón pegados a un teclado y una pantalla, responden a unas características que dentro de no muchos años definirán nuestra forma de vivir y relacionarnos. 

En este momento, creo, apenas podemos intuir el destino y las consecuencias de los cambios vertiginosos que la tecnología digital continuará provocando. Pero el hecho será que cuando esta revolución se asiente, pasará a moldear claramente una Era distinta y una manera de vivir sujeta a normas y costumbres también diferentes.

Pues bien, estos jóvenes suelen cuchichear entre sí y asentir casi a escondidas cuando les "descubro" algunos de sus rasgos más llamativos. 
http://goo.gl/n7jtVd

Uno de ellos, por ejemplo, es que dominan el lenguaje icónico, visual y sonoro y poseen una mayor capacidad de percibir sus matices y significados que sus mayores.

Es curioso, en mi opinión, que este rasgo oscila entre dos extremos. Quiero decir que han impuesto el código del símbolo o emoticono como mínima expresión de una imagen con significado, pero a la vez aprecian el realismo, casi barroco, de algunos videojuegos en la descripción sensorial de sus personajes y ambientes. De ahí que el arco de su capacidad de percepción e interpretación sea tan amplio.

Otra característica es su pereza para escribir de una forma que no sea tecleando. El papel en blanco y el lapicero entre los dedos han mutado en una pantalla de no-sé-cuántos-píxeles y un teclado (a veces también pixelado), un ratón o un trackpad. No conocen el vacío de una hoja desnuda porque su equivalente digital tiene al menos una barra de herramientas que llena, siquiera de alternativas estéticas, el texto que aún no existe.

Les suelo decir también que se distinguen porque están descuartizando el idioma. Así, como suena. Cuesta, por ejemplo, ver en sus pantallas  las palabras también o porque escritas con todas sus letras; en su lugar basta poner tb y xq. Esta tacañería literal no suele obedecer a ninguna urgencia por comunicar cuanto antes el mensaje; si acaso tiene como disculpa en su origen el límite de los 140 caracteres  que impone Twitter, pero más me inclino a pensar que es, simplemente, vagancia o, como mucho, ahorro de recursos prescindibles, si la expresión genocidio lingüístico nos parece excesiva. Es obvio -les añado para suavizar el bofetón- que el idioma es algo vivo, que crece y evoluciona, con sus oportunos cambios, de forma inexorable. Así, poco tiene que ver el castellano de Cervantes con el que hoy hablamos. Habrá que asumir en consecuencia -farfullo para mis adentros- que este rasgo es un signo de los tiempos. No obstante, el cambio va más allá, en sus orígenes y en su intensidad, de la influencia de la "herramienta". La forma y el instrumento que usamos en la escritura no creo que sea el detonante de esta evolución del idioma. El nacimiento del bolígrafo, que yo sepa, no afectó ni modificó la estructura de las palabras. El teclado y la pantalla condicionan pero no toman decisiones. Hay razones de fondo, educativas sobre todo, en cuyo jardín no voy a entrar ahora más que nada porque no llevo ropa adecuada para el fango. 

Además, están prescindiendo de la memoria. No les merece la pena recordar los cumpleaños porque ya está Facebook para hacerlo por ellos. Ni los números de teléfono porque los Contactos están a buen recaudo en no se sabe qué servidor. Tampoco las normas de ortografía; para eso está el corrector de Word. Ni tan siquiera el camino al Polideportivo donde han quedado con los amigos porque Google Earth les guía con imágenes vía satélite. 

Me intriga ver cómo están aumentando las apps contra el olvido (dónde hemos aparcado, dejado las llaves, perdido el móvil...). El recuerdo es cada vez más virtual (tenemos nuestros álbumes de fotos en la nube), y la memoria como instrumento, es más y más digital. Ahora el gran enemigo del almacén de recuerdos y experiencias que el ser humano va llenando a lo largo de su vida ya no es el Alzheimer sino un simple corte de luz, el mordisco de un tiburón a alguno de los cables submarinos que permiten nuestras comunicaciones o un recalentamiento en los descomunales servidores de Google. ¡Ah! y los temidos "virus" que pueden "borrar" nuestra vida digital hundiéndonos en la miseria de la nada y que nos obligan, como a Sísifo, a volver a empezar (resetear, se dice).

Y para terminar (con algo de ironía y exageración por mi parte), les añado que son los reyes del plagio. Dominan el copy / paste. El reto de resolver un trabajo de clase a base de razonamiento, memoria y análisis queda reducido a la habilidad para buscar en rincondelvago.com, patatabrava.com, xuletas.es o apuntes21.com, entre otros muchos recursos documentales (quizá es exagerado en algunos casos calificarlos como tales) que ocupan lugar destacado en sus Favoritos. San Google y Santa Wikipedia tienen igualmente su altar en su mesa de estudio. A fin de cuentas, siempre habrá alguien que ha hecho antes el trabajo encomendado, por muy rebuscado que sea. Un párrafo de aquí, otro de allá; alguna frase propia para unirlos con cierta coherencia; igualo el formato y la fuente y... voilá!: "La crisis de la razón ilustrada" ya no tiene secretos y el Arte Gótico del S. XIII representado en la Iglesia de Santa María la Mayor, en Villamurriel de Cerrato, mucho menos.

El disgusto en algunos suele ser mayúsculo cuando les descubro a continuación que, como ellos, nosotros también tenemos nuestros Favoritos poblados de recursos como Turnitin, Plagium, Copyscape, Urkund, Anti-plagiarism, Plagtracker, Plagscan .... para ayudarnos a detectar hasta dónde ha llegado el intento de atentado contra la ingenuidad del profe, previas fundadas sospechas del mismo. Es como nuestro propio déjà vu on line que alimenta esa pequeña parcela detectivesca, tan inevitable como desagradable, que todo profesor tiene a la hora de corregir y evaluar.

Estas pinceladas sobre nuestros jóvenes digitales son apenas como los pequeños tatuajes sobre una piel que esconde algo mucho más profundo. El cambio no es ya un hecho puntual sino un proceso permanente y para ese cambio vamos a lomos de la tecnología digital a pleno galope, aprendiendo sobre la marcha a dominar las bridas.




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