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Mostrando entradas de abril, 2018

QUE SE HABLE BIEN DE TU EMPRESA, DE TU MARCA Y DE TI: SERÁ MEJOR PARA TODOS. (III)

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La reputación no puede construirse desde la nada. Necesita ciertas “semillas” que es preciso sembrar y cuidar.   Si en los posts anteriores hemos visto de qué está hecha la reputación de una empresa (cultura, comportamiento, discurso), quiénes la conforman (stakeholders, opinión pública), y qué necesita para convertirse en una herramienta estratégica en la imagen de la organización y la marca (coherencia, diálogo y consistencia), las próximas líneas se dedicarán a los factores que consiguen que la reputación crezca y se retroalimente.

¿POR QUÉ EL DIÁLOGO ES CLAVE PARA LA REPUTACIÓN DE TU EMPRESA? (II)

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La reputación hay que construirla en permanente contacto con quienes la crean y difunden.   En el artículo anterior me detenía en los soportes sobre los que se forma la reputación de una organización, que, por cierto, también son aplicables a la reputación personal, algo importante si nos referimos a un Emprendedor que representa a la totalidad de la empresa. El siguiente aspecto a tratar es sobre qué se sostiene y quiénes condicionan esta reputación. Hablamos de los Stakeholders.  

REPUTACIÓN: ESO DE LO QUE TAMBIÉN DEPENDEN NUESTRAS VENTAS. (I)

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Dice la Real Academia de la Lengua que Reputación es la opinión que se tiene de algo y también el prestigio que acompaña a alguien o algo. Opinión y prestigio que para una Empresa significan dos caras de la misma moneda.

CUANDO LAS EMPRESAS DAN RISA

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Hace algún tiempo me invitaron a un workshop en el que un grupo de profesionales, especialistas en diversos ámbitos de la empresa, debíamos reflexionar en voz alta sobre la importancia del humor en las organizaciones. Confieso que, en lo que a mí sobre todo me compete (el marketing), el humor forma parte del capítulo de insights más efectivos en una de sus parcelas como es la publicidad. Sin embargo, nunca me había parado a pensar que el humor, como ingrediente fundamental en las relaciones humanas, también desempeña un papel más que importante en la vertiente laboral de las mismas.  

EL TRABAJADOR COMO INVERSIÓN

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Vaya por delante que el título no incluye ninguna intención provocadora. Sé que puede haber espíritus proclives a encontrar siempre un matiz que retorcer, así como puristas de la “clase obrera” (como si uno fuera de otra clase) a quienes la simple vinculación de trabajo y capital –y sus aledaños—les provoca un sarpullido proletario próximo a la huelga general. Y no, no es eso. El mecanismo productivo de bienes y servicios, desde que el mundo es mundo, siempre se ha sustentado sobre una inversión, --sea de tiempo, conocimientos, habilidades o/y dinero--, a la que se añade la capacidad transformadora del hombre para convertirla en objeto de consumo, por deseo o necesidad. En otras palabras: “quien algo quiere, algo le cuesta” o, si se prefiere, “quien siembra trigo, galletas come”.