Somos un "producto" siempre en venta. (II)

En el post anterior intentaba trasladar, no sé si de forma un tanto atrevida, mi convicción de que el marketing no es más que un reflejo de nuestro comportamiento y actitud ante la vida y de que ésta, a su vez, precisa de las "técnicas" del marketing para ser vivida con visos de alcanzar nuestros objetivos según cada momento y circunstancia. 

Toca dar un paso más. Porque, parafraseando a Walt Whitman, si es cierto que "no somos solo eso que se extiende entre nuestro sombrero y nuestros zapatos", también es verdad que,  espíritu animado incluido, somos un "producto" en constante necesidad de ser "comprado".

La vida en sociedad es uno de los rasgos que nos identifica como seres humanos. Los animales, de forma instintiva, crean sus grupos para procurarse protección, alimento, procreación...; sencillamente supervivencia. En eso somos idénticos, aunque hayamos añadido cierta sofisticación y  no pocas normas a nuestro sistema de relación personal y convivencia social.

... Y como seres sociales nos apoyamos en el intercambio. Eso y la necesidad de una cierta contabilidad es, sin ir más lejos, el origen del dinero, de la piedra hasta el bitcoin. 

 

Nosotros decidimos la "mecánica" y los procesos de los distintos tipos de intercambio, pero a veces olvidamos que somos nosotros mismos, como personas, los primeros objetos-sujetos intercambiables. Estamos en constante "venta" (me temo que tendré que abusar de las comillas para que nadie demasiado susceptible de tache de reducir al ser humano a la categoría del Cola-Cao; no sé si me explico...) .

Lo hacemos siendo bebés cuando necesitamos que nuestra madre nos cuide. Intercambiamos biberones por "anjos", cosquillas por risotadas y los primeros pasos por un andador que nos convierte en incansables corre-caminos por la autopista del pasillo de casa. Lo hacemos más tarde cuando se impone "vendernos" como futuros craks del futbol a cambio de las últimas botas puestas de moda por Neymar. 

...Y no digamos si estamos pasando entrevistas de trabajo. Ahí sí que el "producto" que somos reúne todos los elementos. La primera impresión del "envoltorio" es fundamental. Mejor evitar bermudas y uñas tirando a negro porque un envase sucio y maloliente repele. Sitúate en el lugar adecuado del lineal y mira a los ojos a tu potencial "comprador". Vende bien tus "ingredientes", entiéndase Curriculum. Y, sobre todo, "emociona", muestra entusiasmo por formar parte de la cesta de la compra de tu interlocutor; proponle, si hace falta, una prueba gratuita. Porque a cambio, querido, se hará efectivo tu precio, en forma de sueldo. Con él se "compra" nuestro tiempo, nuestros conocimientos y habilidades, nuestro sometimiento a una jerarquía... para que nosotros podamos también "comprar" la tele de plasma, la extraescolar de la niña, los langostinos de Nochebuena y el geriátrico del abuelo.

¿Es o no es eso un intercambio comercial digno del marketing más elemental?

Como "producto" podemos aplicarnos ciertos recursos marketinianos, como hacen los profesionales del ramo, que me permito adaptar de manera apócrifa para entresacar de ahí la mayor utilidad/rentabilidad posible a nuestra propia vida.

1º/  Conozcamos bien nuestros atributos y valores. No hay duda: mejor que oir aquello de "nena, tú vales mucho!", es poder contestar "ya lo sabía". Para un producto que aspire siquiera a un papel digno en el mercado -nosotros, en nuestro entorno social, por ejemplo-, tan peligroso es negar a ultranza sus limitaciones y defectos como esconder sus virtudes. Suelo repetir que ningún refresco gaseoso se anunciará pregonando el riesgo de flatulencias que contiene, como ninguna marca de coches nos recordará las consecuencias de llevar el velocímetro al límite con los ojos cerrados. Son condiciones intrínsecas a dichos productos. Como lo son para nosotros nuestros defectos. Pero eso no "vende". Mejor será por tanto que seamos nuestro propio Product Manager para descubrir y potenciar aquello que nos sitúa en mejor posición respecto a la competencia..., porque competencia tenemos, seguro.

2º/ Analicemos nuestro margen de mejora. Las limitaciones conllevan la posiblidad de ser superadas. El eje transversal de nuestra estrategia vital debe ser el afán de mejorar en todos los órdenes, pero sabiendo en qué y hasta dónde es posible hacerlo Los smartphones han mejorado en funcionalidad, pero quizá estén llegando ya al límite de nuestra capacidad de comprensión y uso; de hecho, comienzan a resultar a veces estresantes y adictivos. Hagamos de nuestra vida una mejora continua pero sin confundir deseos con realidades.

3º/ ¿...Y cómo andamos de engagement? El término, en una charla o power point da un cierto caché, para qué negarlo. (En marketing, nuestra "anglo-dependencia" terminológica es, al menos en mi opinión, frustrante y casi siempre innecesaria.) Engagement en cristiano no es más que compromiso. Se trata de la capacidad de establecer y estrechar las relaciones con nuestro mercado para que el consumidor se sienta más comprometido con nuestra marca.

Si pensamos en nuestro grupo de amigos, en nuestro entorno laboral, en nuestro matrimonio o familia, y hasta en las Apymas de nuestros colegios, el engagement es un valor que cotiza al alza. En otras palabras, escaquearse de aquello que nos afecta queda feo y nos aisla. 

Ello supone cuidar nuestras relaciones. Las marcas lo hacen interactuando con su mercado a través las Redes Sociales. Nosotros también, sin olvidar la mejor red social de todas: la Cafetería de la esquina. 
CAmpaña McDonalds. Dubai

Y significa además "enamorar" a nuestro mercado. Marcas como Apple, Ikea, McDonalds son calificadas en marketing como "lovemarks", es decir, marcas capaces de crear comunidades de fieles cuya lealtad va más allá de la razón. Pagamos más por un Mac, juramos en hebreo al montar un mueble de Ikea, sospechamos siempre de las hamburguesas de McDonalds pero las marcas ni se inmutan y sus fieles ahí siguen.

Conseguir ser una "lovemark" en nuestra vida, al menos para aquellos que nos importan, supone trabajar sobre nuestro grado de compromiso con los demás. El grado de nuestro engagement vital y social nos hará sentirnos más satisfechos con nosotros mismos y más valorados por los demás.

... Y si después de todo ello no nos "compran", siempre nos quedarán las rebajas. Pero eso será otro día.


(Continuará)

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