ARGUMENTOS PARA CAPTAR Y RETENER TALENTO
Optimizar recursos significa, a veces, optar por la calidad más que por
la cantidad. Esta aseveración suele salir a la luz si hablamos, por ejemplo,
del tiempo que los ocupados padres dedican a sus hijos; del esfuerzo que aplica
en el gimnasio quien busca recuperar su línea; del análisis que hace un
entrenador de futbol de su plantilla...; y, cómo no, de la forma en que los
restaurantes de postín justifican sus exiguas raciones. En estos y otros casos,
en efecto, la calidad se convierte en argumento decisivo para superar la
tentación de fiarse solo de un incremento de dígitos.
Si trasladamos, a modo de metáfora, dicho criterio a la empresa --departamento Recursos Humanos--, concluiremos que, sobre el número, parece que deben primar más las cualidades de los profesionales. La hipertrofia de la Nómina de empleados no garantiza por sí misma la efectividad ni rentabilidad de tales recursos cuando no superan juicios de eficiencia e incluso de sentido común. Así pues, nos encontramos ante el reto de contar con los mejores profesionales y, lo que suele ser más complicado, de acumular razones para fidelizarlos.
MOTIVOS PARA VENIR
Los profesionales más destacados, esos que están en las agendas de los Headhunters
y que, aunque tengan que superar procesos de selección, saben que les van a
sobrar oportunidades y que la elección estará en sus manos, no tienen en el
dinero su único motor, aunque éste siempre sea importante. En esta “liga” se
juega contemplando también otros motivos más sutiles.
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Si una empresa quiere captar la atención de estos expertos debe saber
qué es lo que ellos buscan.
En mi opinión, los mejores
profesionales no aspiran tanto a un entorno donde aplicar de manera mecánica
sus conocimientos y habilidades, sino más bien a empresas con personalidad. ¿Qué significa esto? Que se inclinan por
organizaciones con rasgos humanos, y en las que esta característica se sitúa al
nivel de importancia que puedan tener su logotipo o su cuenta de resultados.
Una empresa tiene personalidad y
se humaniza cuando dispone de una historia hecha relato. Y todas tienen un
origen y una evolución hasta llegar al momento presente. Pero, eso sí, debe
hacerse el esfuerzo de convertir las fotos de los fundadores y de los premios
obtenidos –repartidas por los principales despachos— en una narración
motivadora y realista, que ilustre el devenir de la organización y ponga hitos
y nombres a su desarrollo. Es lo que hacen los buenos guías turísticos que
descubren al visitante lo que hay detrás de una calle o un muro, dando vida a
algo hasta entonces sin mayor interés.
Todas las empresas tienen un pasado, aunque por “edad” se reduzca a poco
más que su nacimiento. Lo importante, como puede imaginarse, no es el “diario”
de los acontecimientos sino los valores que de él se pueden extraer y que
constituyen la “promesa” que la empresa hace al profesional.
La estrategia, en fin, es procurar que la percepción que se tenga de la empresa siente las bases de una relación emocional con ella, más allá de la mera transacción contractual de trabajo por sueldo.
MOTIVOS PARA QUEDARSE
Si bueno es contar con los suficientes atractivos para que este tipo de
profesionales se fijen en nuestra empresa y podamos tener posibilidades de
contar con su talento, es obvio que el esfuerzo siguiente será reforzar los
vínculos para lograr conservarlos en nuestra organización, a pesar de los
cantos de sirena que los buenos fichajes siempre escuchan a su alrededor. Para
ello entiendo que lo fundamental es crear un sentimiento de comunidad.
El deseo de permanencia de un trabajador en la
empresa va en proporción directa a la percepción de pertenencia.
En Europa, y en España en particular, queda cada vez más lejana la
filosofía laboral muy extendida en Japón, por ejemplo, que vincula de por vida,
y de forma natural, al trabajador con su empresa. Los nuevos tiempos, en los
que la “seguridad laboral” está quedando en pura entelequia, dejan ese atributo
casi en exclusiva a la función pública y sus trabajadores. Ahora, el cambio es la opción y a veces la obligación. Cambio de
empresa, de ubicación, de responsabilidades, e incluso cambio de tipo de
trabajo por la necesidad de reinventarse profesionalmente, que cada día es más
patente.
Para los profesionales más cotizados esta “inestabilidad” adquiere
carácter de oportunidad permanente de mejora. De ahí que sea interesante
analizar los motivos por los que la opción de quedarse resulte para ellos la
más atractiva.
Pienso que deben darse, entre otras, una serie de condiciones, en unos
casos de tipo subjetivo y en otros, constatables de manera objetiva. Vayamos
primero con estos últimos entre los que destacan en mi opinión dos: la definición de objetivos y las adecuadas
plataformas de participación.
Abunda en las grandes empresas el trabajador que, casi escondido en el
anonimato, se limita a cumplir su horario sin preocuparse por el destino de su
trabajo ni sentir la mínima implicación con los objetivos generales… Y eso, por
cierto, no siempre es atribuible a su desidia sino también a una errónea
estrategia de comunicación interna de la organización. Nuestro profesional, sin
embargo, necesitar saber para qué trabaja, cuáles son las metas globales de la
empresa y particulares de su labor, qué se espera de él y, además, tener
constancia documental de aquello que pueda especificarse negro sobre blanco y
no solo confiarse a su propia capacidad deductiva a partir de lo que se le
cuenta o él mismo observa.
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Contar con alguien que puede aportar tanto a la Empresa implica, por
pura lógica, facilitarle los recursos
para hacerlo. Me refiero en este caso a establecer vías fluidas de participación que den salida a sus ideas y
aportaciones y, a la vez, demuestren la valoración que dentro se hace de su labor.
Pocas cosas hay más frustrantes que descubrir cómo las buenas intenciones y
rimbombantes compromisos con los que se inicia la relación laboral, quedan
reducidas a eso: fachada que quizá nunca tuvo visos de convertirse en realidad.
Es, por seguir con el símil futbolístico, como quedar relegado al banquillo
tras los fastos del fichaje y la cantidad de ceros del contrato.
Pero existen también, creo, una serie de argumentos más sutiles y, si se
quiere, subjetivos. Hablo del sentimiento de orgullo, de la comprensión y de la
percepción de compromiso.
Las empresas fuertes por resultados económicos, pero también por imagen
y sintonía con su mercado y con la sociedad en general son aquéllas que
demuestran compartir un compromiso bien definido de crecimiento apoyado en el
bien hacer y en la calidad en su sentido más amplio. Hay ejemplos de grandes
multinacionales y también de pequeñas Pymes, quizá próximas a nuestra casa, que
demuestran este rasgo en lo que hacen, cómo lo hacen y de qué forma se
relacionan con su entorno. Eso es fruto de un compromiso que los mejores buscan
y aprecian. Recordemos que estamos ante profesionales que suelen asumir el
trabajo como una vía de realización y crecimiento personal y no sólo como un
modo de subsistencia. En ese sentido aprecian
la posibilidad de contar con una responsabilidad a la que adherirse.
Los “genios” incomprendidos suelen darse también en la empresa. Es un
esfuerzo que a veces la Dirección debe hacer y que no debe confundirse con la
permisividad, pero es cierto que los profesionales más cualificados a veces
tienen algunos modos peculiares de trabajar. Lo importante son los resultados,
así que bueno será ser comprensivo con los métodos particulares de
conseguirlos.
La fidelidad, en fin, a una organización está arraigada en un sentimiento de orgullo; como decíamos antes: de pertenencia a una comunidad. No se trata de interpretar la empresa como una suerte de secta, sino de fomentar todos los elementos que favorezcan la vinculación emocional del trabajador con la misma para lograr que forme parte de los activos más satisfactorios de su vida.
¿Demasiado idílico?
Puede ser. Los Recursos Humanos son fundamentales –y distintos-- por ser
humanos, pero a veces se olvida que son también “recursos”, es decir, piezas
que forman parte del engranaje de una organización, que hay que elegir con
esmero y cuidar con inteligencia.
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