La RSC o cómo crear valor desde la ética (I)
Una de las figuras de
la actualidad tanto en los medios internacionales como en la política del país
más poderoso del mundo es Donald Trump. El "rico"
que ostenta ya poder económico, quiere manejar también el poder político y
aspira a presidir el Gobierno de EE.UU, lo que, de alguna forma, podemos
entender como gobernar el mundo. El fenómeno, si no nuevo, es digno de
atención.
El ascenso de
empresarios a los despachos de la política es hoy un hecho fácil de detectar. Piñera de Chile,
Macri de Argentina, Cartes de Paraguay y Fox de Mexico, fueron y son ejemplos
de millonarios - presidentes. A este movimiento se le ponen siempre nombres y
apellidos; se habla de Trump, de Macri…, pero con ello no se hace sino esconder
la realidad que hay detrás: el poder económico quiere ser, es, pareja de
hecho del poder político.
La Empresa crea
sociedad. Ahí nace su responsabilidad ética.
Si asumimos que la
economía se apoya en una fachada visible, el dinero, y en el sistema productivo
que tras ella lo hace posible, la Empresa, y certificamos a la vez que ésta es
la fuente de la que, directa o indirectamente, obtenemos los mortales los
recursos de subsistencia, podremos concluir que nosotros como sociedad somos
también fruto de la empresa. La sociedad, por tanto, ya no es sólo el
"entorno" de la empresa sino que la empresa (junto al Estado
movimientos civiles, etc.) es "creadora" de una nueva sociedad.
De aquí nace su "responsabilidad social".
De: beyond5s.com |
Ya en el campo que
queremos tratar, la pregunta inicial podría ser: ¿cuándo se es responsable de algo? Y la respuesta es que
la responsabilidad surge de la posibilidad y libertad de elección. Y tal
responsabilidad moral se hace social cuando las decisiones adoptadas afectan a
otras personas. Qué duda cabe entonces que la empresa acumula por definición
una enorme dosis de responsabilidad que, lo acepte o no, siempre tendrá entre
otros el apellido de "ética".
En la crisis de
Volkswagen por las emisiones de sus vehículos diésel, se ha caído por parte de
sus dirigentes en el recurrente deja vu, quizá malicioso, de intentar preservar
la responsabilidad de la marca y la empresa que la sustenta mediante la
personalización de las responsabilidades. Así, el presidente ejecutivo, Martin
Winterkorn, lo atribuyó a “errores de unos cuantos”, según reflejó el New
York Times.
Es verdad que toda organización no pasa de ser algo parecido a una entelequia
hasta que toma cuerpo en las personas. La empresa no existe mientras alguien no
la dirija con sus decisiones y otros, con su trabajo, no le insuflen vida. Pero
esto es una cosa y otra difuminar en los individuos la autoría y los
efectos de su comportamiento, como queriendo negar que toda organización es
también un sujeto que actúa y debe responder por sus actos.
Así pues, a modo de
primer decorado para el escenario en el que actúa la Responsabilidad Social
Corporativa, convendremos en que hoy la Empresa ostenta un alto grado de
poder, es al menos co-creadora de eso que llamamos sociedad y condiciona no
poco su forma de ser y actuar. Y admitiremos también que, como derivada, es
ante ella responsable de su comportamiento.
Los Stakeholders
vigilan… y exigen.
La RSC tiene dos ejes
sobre los que pivota: un compromiso de la organización convertido en estrategia
y unos actores y a la vez destinatarios de la misma que son los stakeholders. Este entramado de
personas físicas y jurídicas, (desde empleados a Gobiernos, desde directivos a
sindicatos pasando por proveedores, competidores, etc.), es decir, todos
aquellos que tienen capacidad de influir en la empresa o de ser influidos por
ésta por mantener con ella algún tipo de relación son el "jurado" al
que se someten las actuaciones propias de la RSC. Las expectativas de los
stakeholders, desde cada una de sus respectivas posiciones e intereses, son las
que la Empresa debe contemplar y a las que debe responder porque conforman,
sencillamente, su Responsabilidad Social Corporativa. La competencia, por
ejemplo, espera una conducta ética en la fijación de precios; el cliente confía
en la calidad prometida del producto; los trabajadores suponen el cumplimiento
de los compromisos contractuales; los accionistas tienen derecho a recibir el
adecuado rendimiento a su inversión y la sociedad, en general confía en que la
Empresa administre bien su poder y colabore en su desarrollo.
Queda claro, entonces,
que hablar de RSC es mucho más que hablar de reputación. Pero ¿Dónde está su
poder de creación de valor?
Porter y Kramer, en
su artículo publicado en la Harvard Business Review, "La Creación
de valor compartido" definen dicho valor como las políticas y las
prácticas que mejoran la competitividad a la vez que ayudan a mejorar las
condiciones económicas y sociales de las comunidades donde opera. Esto es,
en otras palabras, la Responsabilidad Social Corporativa, tal y como expertos
como Antonio Vives se
encargan de recordarnos. Estamos pues ante dos conceptos prácticamente sinónimos:
hablar de RSC es hablar de Valor. Practicar la RSC es crear valor.
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Permítaseme, para
concluir este primer capítulo, uno entre tantos ejemplos que podrían ponerse
para ilustrar lo comentado.
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