Genevieve Bell: la antropóloga que nos cambia el chip (y II)

En el post anterior me detenía a analizar algunas de las conclusiones que la antropóloga Genevieve Bell aportaba a su empresa, Intel, sobre la tecnología y los diversos instrumentos que hoy manejamos revestidos del apellido "digital". Merece la pena continuar con ella por unas líneas más, en esta ocasión para ampliar también su percepción sobre el futuro de la relación entre las personas y la tecnología y sobre la privacidad en un mundo interconectado.

El punto de partida son, como digo, las opiniones que al respecto ha vertido G. Bell en conferencias y entrevistas. Por ejemplo, las siguientes,extraídas de una entrevista publicada en un periódico nacional

Pregunta: Cómo imagina la interacción del futuro?

Respuesta. Sin hacer nada. Estamos ante una nueva generación de aparatos con los que se va a interactuar de manera constante e imperceptible. Por ejemplo, tu móvil sabrá que estás haciendo una entrevista y no te interrumpirá con mensajes de WhatsApp (como estaba pasando)... Ya hay algunos servicios de Internet que ‘te cuidan’ como Amazon o Netflix, que te van conociendo y sugieren o guían según tu comportamiento. Este es solo el principio. Nos obsesionamos con la recolección de datos, cuando se demuestra que lo importante es saber analizarlos.

From FreeDigitalPhotos.net
P: Con tanta recolección y análisis de datos, ¿dónde queda la privacidad?

R. Hay que pensarla en cada contexto. La privacidad al final la forman pequeños trocitos, datos sueltos. Creo que en el futuro, lo importante va a ser la reputación, que se construye precisamente con eso, sumando las partes y sacando conclusiones, y no la privacidad. Eso no significa que no haya fronteras, hay que educar al consumidor sobre qué es adecuado en cada contexto. 

A la primera cuestión cabe añadir, una vez más, que contra la "infoxicaciòn" solo se puede responder con la reflexión. La abundancia de contenidos y datos que la pantalla nos arroja, sea cual sea el tema de nuestro interés, puede producir una especie de borrachera en la que, al igual que si fuera etílica, nos creemos invencibles y con una euforia de conocimientos más que peligrosa. En algunos estudiantes, por ejemplo, esta fuente inagotable de soluciones que internet ofrece a los trabajos que se les encarga deriva en un "copy-paste" tentador. Así se explica que, cuando debo dar alguna charla a alumnos de Bachillerato o Universidad, se les hacen los ojos chiribitas (a ellos y a algunos profesores) al descubrirles recursos como Plagium, Copionic o Turnitin creados para detectar las copias descaradas del trabajo ajeno... Algo, por cierto, solo reprochable si se presenta como propio y si no se reconoce su procedencia y autoría. Una cosa es investigar y otra copiar. Me remito a un post anterior sobre Content Curation que, aunque en otro escenario, tocaba este tema.

A la segunda pregunta, Genevieve Bell adelanta una previsión inquietante: importará más la reputación que la privacidad. 

En realidad era de esperar, creo yo, por una razón evidente: la privacidad en el mundo on line es cada vez más una aspiración (llamémosle incluso derecho), y menos una realidad. 

From FreeDigitalPhotos.net
Todo depende, naturalmente, del uso que cada uno haga de la red. Pero, aunque nos creamos a salvo tras identidades ficticias o avatares inescrutables,  la propia tecnología ofrece caminos que conducen a cada uno de nosotros, con nuestro nombre y apellido. La Policía (los buenos) y los hackers (los malos) lo saben, para desgracia de delincuentes y de quienes usan Internet como si fuera un Diario personal, con un candor inexplicable.

Ante ello, en efecto, conviene empezar a preocuparse y ocuparse, no ya de lo que se sepa de nosotros o de las Organizaciones sino de gestionar dicha información e intentar controlar su contenido y sus efectos. Es lo que llamamos reputación que cuando para difundirse, en vez de sello, necesita apenas una pulsación a la tecla Intro, apellidamos "online" o "digital". 

Con frecuencia olvidamos que internet tiene memoria, es accesible a todos y admite cualquier opinión. Por tanto nuestro comportamiento en la red, además de visible, es objeto de percepciones variadas. Google, sin ir más lejos, ya no es un buscador; es una "fábrica" de imagen y de reputación. Probemos a introducir un nombre comercial y nos encontraremos páginas en donde es la marca quien habla de sus virtudes mezcladas con otras en las que son los usuarios quienes dan cumplida explicación de sus defectos. Pongamos nuestro propio nombre (sí, lo hemos hecho todos y muchas veces) en el buscador y allí está nuestro flamante curriculo pero también nuestra última multa o la deuda que mantenemos con la Comunidad de vecinos.

From http://es.wikipedia.org/wiki/Cibercafé
Las precauciones, aun siendo necesarias, no siempre bastan. La reputación incluye un componente que se nos escurre entre los dedos. Porque no trata sobre quiénes somos o qué decimos sino de cómo son recibidos, transformados, deformados y re-enviados nuestros mensajes, sea cual sea su formato y nuestra intención. Por estos resbaladizos terrenos pulula precisamente el dichoso WOM (Word of Mouth o "boca a oído ) que tantos quebraderos de cabeza causa a quienes estamos en esto. Pero esa es otra historia. Lo cierto es que la reputación es un dato cualitativo más que cuantitativo. Hay empresas que se obcecan en tener cifras de todo lo que ocurre alrededor de si mismas y sus productos en internet, pero tratándose de opiniones y percepciones, los guarismos, más aún si se pretende que contengan un símbolo monetario, son casi siempre ficticios. Si uno de nosotros "cae mal" o es víctima de un rumor maldiciente, poco importa cuántos están detrás de esa corriente. En el caso de las organizaciones es igual. De ahí la necesidad de gestionar la reputación ya que, sobre todo a título individual, es cada vez más difícil mantener la privacidad.

... Claro que, para evitar problemas o solucionarlos de  forma drástica, siempre tendremos aquello que esconde el on: el off ... y sus consecuencias.




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