¿ DA VINCI EN NÓMINA ?
En
los procesos de selección de personal de Google, empresa en la que hasta las
niñas de 7 años quieren trabajar y que es, además, la preferida por los
candidatos en España, se aplica el sistema GCA (General Cognitive Ability) que,
en palabras de su director ejecutivo, Darren
Pleasence, se traduce en la búsqueda de
“personas que sean buenas manejando situaciones ambiguas y que sepan
simplificar lo complicado”; “personas –añade– capaces de disfrutar de la
incertidumbre que nos depara el futuro en Google”.
La
empresa es un engranaje en el que todas sus piezas: conocimiento, tecnología,
recursos, personas…, han de funcionar en sintonía. Pero si observamos estos
componentes, concluiremos que los trabajadores no son ni los más resistentes,
ni los más productivos, ni los más baratos, ni tan siquiera siempre los más
inteligentes. Porque las personas se enferman, se distraen, exigen mejores
sueldos y, para colmo, se ven a veces superados por robots en ciertas
habilidades como, por ejemplo, en velocidad de cálculo y retención de
información. … Y, sin embargo, todos coincidimos en que los “recursos” humanos
son los más importantes, con diferencia, entre todos los necesarios para que
una empresa funcione.
Existo, luego ¿pienso?
Existo, luego ¿pienso?
No
siempre, la verdad.
Dentro
de una organización abundan la labores mecánicas y repetitivas puesto que, sin
necesidad de variantes en el tiempo, demuestran ser válidas dentro del
conjunto. Hay trabajadores, por tanto, a quienes no se les exige tanto pensar
como estar y ser hábiles en la ejecución de sus funciones. La expresión “cadena
de montaje” adquiere así carácter de símbolo porque los eslabones de una cadena
no pueden escaparse de cumplir su misión y sujetan a cada uno de los miembros a
una labor concreta y a todos a un objetivo final.
Lo malo es que hay empresas y responsables que entienden que ésta ha se de ser la filosofía a aplicar en el conjunto de la empresa: los trabajadores deben cumplir su labor de la mejor manera posible y ajustándose a las pautas que, por lo general, vienen de estancias superiores. Esta concepción de los recursos humanos tiene, sin embargo, dos grandes problemas:
Lo malo es que hay empresas y responsables que entienden que ésta ha se de ser la filosofía a aplicar en el conjunto de la empresa: los trabajadores deben cumplir su labor de la mejor manera posible y ajustándose a las pautas que, por lo general, vienen de estancias superiores. Esta concepción de los recursos humanos tiene, sin embargo, dos grandes problemas:
Y
2/ Parece querer negar, con la técnica del avestruz, el rasgo más evidente de
nuestro tiempo que es el cambio constante y que es el inevitable escenario en
el que se mueve cualquier organización.
En
otras palabras, las “cadenas” que atan a los profesionales a requisitos y
funciones inamovibles hoy son más inútiles que nunca, del mismo modo que la
consideración y valoración integral de las personas es ahora la visión más necesaria
en cualquier organización.
En
un mundo en el que la tecnología se nos está inoculando hasta en los rincones
más íntimos de nuestra vida, hablar de Humanidades tiene, como mucho, el
atractivo de lo vintage. Estudiar latín o griego, elegir Historia, Filología,
Arte como formación provocan cierta sorpresa, una cierta lástima y, en el mejor
de los casos, incluso un rictus de admiración por la valentía que ello supone. Dedicar
los mejores años de nuestra vida a bucear en la Filosofía Pura es lo más
parecido a vivir la vida al límite.
Las
empresas de hecho se fijan más en candidatos bien preparados en cuestiones
técnicas, financieras, productivas…, y con un carácter que facilite su encaje
en equipos. Es decir, personas que puedan ser piezas del engranaje sin chirridos
que distorsionen el conjunto.
Sin
embargo, en mi opinión, es cada vez más evidente que lo que se necesita es casi
lo contrario. Los robots acaparan más y
más labores, la inteligencia artificial es ya capaz de aprender, no hay nada
que rentabilice mejor la gran cantidad de datos que cualquier empresa acumula
que un buen algoritmo… ¿Qué sentido tiene, entonces, seguir buscando “trabajadores-eslabón”?
Las
empresas necesitan superar el modelo mecánico introduciendo el aprendizaje y la
disrupción e incentivando la reflexión. Necesitan filósofos y humanistas. Sí,
gente “de letras”, de ésa que aún aporta lo que ninguna máquina puede hacer
todavía: intuición, adaptación al cambio, creatividad, genio.
El
alcance positivo de este enfoque reside en que supone un nuevo modelo de toma
de decisiones puesto que, más allá del corto plazo, contempla los intereses de
las personas. Estaremos así introduciendo en la Empresa el humanismo.
Según
A. Medrano, “Humanismo significa cuidado y cultivo de lo humano; respeto a la
persona, a su dignidad, a su realidad espiritual. Supone una cultura de los
valores humanos, esto es, de todos aquellos que hacen que la vida sea digna de
ser vivida.” Michel F. Sciacca, por su parte, destaca como esencia del
humanismo la afirmación de la dignidad, la grandeza y la integridad del hombre,
junto al deseo de favorecer su ascensión tanto material como intelectual y
moral.
Este
nuevo rasgo profesional y organizacional, y las personas en cuyo Curriculum se
exprese o entrevean tales atributos, aportan a la empresa una visión más
holística y, en consecuencia, más acorde con las necesidades actuales. La globalización exige mayores dosis de inteligencia
analítica, al igual que los nuevos entornos competitivos del mercado obligan a
una mayor capacidad crítica.
Leonardo di ser Piero Da Vinci fue a la vez pintor, anatomista, paleontólogo, botánico, escritor, escultor, filósofo, inventor, músico, poeta… y sí, también fue arquitecto, científico e ingeniero. De cualquier forma, él se manifestaba consciente y orgulloso de ser un iletrado, autodidacta y lúcido observador de fenómenos naturales a menudo alejados de lo que se aprendía en la escuela.
Leonardo di ser Piero Da Vinci fue a la vez pintor, anatomista, paleontólogo, botánico, escritor, escultor, filósofo, inventor, músico, poeta… y sí, también fue arquitecto, científico e ingeniero. De cualquier forma, él se manifestaba consciente y orgulloso de ser un iletrado, autodidacta y lúcido observador de fenómenos naturales a menudo alejados de lo que se aprendía en la escuela.
Por
todo ello no estarían de más algunos Da Vinci en la empresa o, lo que es lo
mismo, personas entre cuyas capacidades, por ejemplo, esté la de hacerse las
preguntas adecuadas antes de que, desde Dirección, impongan las respuestas
erróneas.
…
Y a pesar de verlo tan claro, aún tengo mis dudas: no sé si hoy el tal Leonardo
estaría trabajando en Google o haciendo cola en el Inem.
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