A medida que pasa el tiempo...

Dicho así, el título de este post solo parece el inicio de cualquier aseveración contundente. O el preámbulo que anuncia un ejercicio de memoria cuando se nota que ésta empieza a flaquear. Ahora bien, si digo "Las cosas fundamentales adquieren valor a medida que pasa el tiempo", entonces ya más de uno empezará a vislumbrar por dónde pretendo que vayan estas líneas. O no...

Lo cierto es que a mi la versión que más me gusta es la de Arthur "Dooley" Wilson, por mucho que Frank Sinatra, Rod Stewart y unos cuantos cientos de cantantes más se hayan empeñado y continúen haciéndolo. Donde esté esa voz cascada y tímida cantando así "As time goes by...", que me perdonen, pero yo me arrodillo.



El caso, sin embargo, es que no voy a hablar de Casablanca ni de cine. No paso de simple aficionado de los de "Día de espectador" o, en su caso, Series Yonkis. Eso sí, confieso que ciertas películas aún me conmueven hasta empañarme los ojos. La última, Le passe, de Asghar Farhadi; y la penúltima The good heart, del islándés Dagur Kári. No he podido resistirme a citarlas, pero ahí me quedo.

El tema surge de la cara de sorpresa que veo en algunos oyentes jóvenes cuando, en esas charlas que de vez en cuando tengo oportunidad de dar en IES's y FP's sobre le mundo del marketing, la comunicación y aledaños, les presento imágenes de los primeros ordenadores y les recuerdo que Facebook apenas acaba de cumplir 10 años o que Twitter y You Tube, por ejemplo, aún llevan pantalones cortos. La sola imagen del disco duro de apenas 5 MB que palpitaba en el "viejo" IBM 305  mientras es cargado en un aviòn hoy nos parece prehistórica. Y no hace tanto. Modestia aparte (aunque es sólo cuestión de cumplir años y en eso no tengo ningún mérito) yo aún alcancé a conocer, en uno de mis primeros trabajos, el sistema de las tarjetas perforadas. Y el ordenador con el que perdí mi virginidad digital, tenía un sólo programa, el Ability, y una pantalla monocroma en verde.

En fin, que, "as time goes by...", semejantes artilugios adquieren todo su valor como precursores de la revolución que la humanidad lleva experimentando estos últimos años gracias a todo lo digital y a su expresión más extendida que es internet.

Líbrenme Dios y Humphrey Bogart de pretender sentar aquí cátedra pero, en mi opinión, a medida que pasa el tiempo la tecnología digital ha ido creciendo sobre sus tres virtudes más características: 
  1. Su poder para hacer cálculos con mayor diversidad de aplicaciones.
  2. Su capacidad creciente para acumular información e interrelacionarla.
  3. ...Y su innegable utilidad como vehículo de comunicación instantánea e ilimitada.  
Nos vamos de viaje y conectamos nuestro GPS. Tras poner nuestro destino (¡con unos simples toquecitos en la pantalla!), aparecen en ésta, entre otras muchos datos, el tiempo que tardaremos contando con las variables de la climatología y el tráfico, el consumo medio de combustible, los kilómetros a recorrer, el coste del viaje autopistas mediante y unos cuantos parámetros más que podemos seleccionar. Y todo ello en un instante. ¿Que no es asombroso...? Probemos entonces a hacer todos esos cálculos sobre un papel y es posible que, cuando terminemos, nuestro coche ya no supere la ITV. La visión de una simple hoja de cálculo Excel es un prodigio, a nada que analicemos todas sus potencialidades.

En el fondo seguimos descendiendo del ábaco pero coincidiremos en que ahora nos trae más cuenta (obsérvese la idoneidad de la expresión) disponer de cualquiera de los chismes digitales al uso.

La información, por su parte, se produce y se acumula como nunca antes. Y lo que es mejor, la velocidad de análisis y procesamiento de los datos hace que podamos vincularlos de formas novedosas para extraer de ellos nueva información y de estos datos nuevas conclusiones. Es una especie de bucle sin fin, posible, por ejemplo, por esos diminutos circuitos que llamamos chip con el que los no expertos simbolizamos esta suerte de magia digital a la que ya no podemos renunciar.

El ejemplo más palpable de esta característica es el que nos ofrece San Google. Su condición, por cierto, de santo digital proviene del "milagro" con el que nos sorprende cada vez que introducimos una palabra en su ventana de búsqueda. Pongo, es un decir, aspirina y el muy bestia me devuelve 1.650.000 resultados. Incluso, si para hacerle la puñeta, le pongo a prueba con fenildimetilpirazolonmetilaminometanfulfonato se pone chulo y presenta 386 referencias. 

http://www.zdatainc.com/solutions/data-lake/
Del cúmulo de información que circula  por la red y que buscadores como Google "organiza" en nuestro beneficio, surge el concepto Big Data. Para entenderlo mejor, el B.D. adquiere todo su sentido si asumimos, como afirma Alejandro Jiménez, CEO de EMC España, que "cada dos años generamos tanta información como todos los años anteriores juntos". De hecho los expertos van más allá y hablan ya del Data Lake, propuesta que empieza a tener interés comercial para las empresas tecnológicas. El Data Lake es un único repositorio central de información donde irán todos los datos tanto de personas como de dispositivos. Un almacén no estructurado donde toda la información converge. En ALT1040, Iñigo Merino nos ofrece una interesante información al respecto, al hilo de lo comentado en el EMC World de Las Vegas.

Y por último me refería a que la tecnología digital que nos inunda nos sugiere un nuevo vehículo de comunicación (insisto: desconocido hasta hace unos pocos años), que está cambiando de alguna forma nuestra convivencia. Aunque ahora en desuso, antes era frecuente por mi tierra la expresión "tomar un chato" como disculpa para que los amigos se encontraran y charlaran mientras se echaban al coleto un vaso de vino generalmente peleón. La diferencia es de apenas unas letras, pero hoy se consigue lo mismo  "chateando". Nos relacionamos en solitario, frente a una pantalla. No es la negación de la comunicación sino otra forma de llevarla a cabo, reconozcamos que algo paradógica. El círculo limitado de receptores de nuestros mensajes se rompe, tal y como lo entendíamos. Ahora nuestro tuit puede ir dirigido a alguien en concreto pero está a la vista de todos. Los foros y las redes sociales son la nueva ágora en la que encontrarse e intercambiar opiniones o buscar respuestas... Y las hallamos para cualquier duda, incluso para conocer qué significan nuestros sueños o conocer las infinitas variables que admite un bigote.

De momento tenemos la herramienta, pero "as time goes by..." estoy convencido, como ya anticipa más de uno, que en esta revolución empezarán a tener mucho más protagonismo el contenido, la intención, el análisis y las consecuencias éticas del fenómeno, por decir algo, ahi es nada, que el que tiene hasta ahora. Aún estamos obnubilados por los "artilugios" (perdón, debo decir gadgets) pero falta reposo y perspectiva.

Lo dicho: cuestión de tiempo.

 

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