La Huella digital... o las migas de pan.

A la media docena de buenos y pacientes amigos que leen este blog es posible (casi seguro) que la siguiente expresión JSESSIONID=0000e7B1glDiG4yqQy4Rivr5rCf:17q9uijvp no les diga demasiado. Además de impronunciable, la verdad es que incluso a la vista resulta un tanto repelente. Es una galleta; dicho en lenguaje digital, una cookie. Entre paréntesis: el mundo digital, como sabemos, tiene un idioma que es el inglés. A fuerza de usarlo, cada vez más palabras y expresiones nos resultan ya familiares. Si en el título de este post en vez de "migas de pan" hubiese puesto breadcrumbs más de uno me habría dejado compuesto y sin blog, por fantasma. Sin embargo cookie es más conocida... (Por cierto, lo de "migas de pan" viene a que así se conoce a la presencia constante del menú que vamos recorriendo y que nos indica siempre dónde estamos y cómo regresar al inicio de una página web. Una metáfora de la huella digital, vamos...)

Volviendo al tema, una cookie es una especie de "foto-matón" nuestro que, al acceder a un página web, se queda instalado en nuestro ordenador, de forma que la siguiente vez el suministrador de dicha página ya sabe que somos nosotros y empieza a tratarnos de tú, evitándonos, por ejemplo, la labor de volver a poner la contraseña o completando nuestra palabra de búsqueda apenas hemos puesto un par de letras. ¿Magia? No: cookie. Sí, las mismas cookies de cuya existencia me avisan ahora mismo en la parte superior de mi pantalla, preguntádome si he entendido de qué van. Tú y yo al menos y a partir de ahora podemos decir que sí. Más o menos.

La huella digital, a partir de su expresión más elemental que es la cookie, es el rastro que nuestro caminar por la red va dejando. Una búsqueda, un email, un comentario en las redes sociales, una compra online, una foto enviada por Whatsapp..., todo va conformando una especie de cuarto trastero en el que se conservan, aunque olvidados, desde recuerdos de familia hasta tickets de compra. Iñaki Urdangarín con sus correos comprometedores o Scarlett Johansson con sus fotografías "al natural", ambos se supone que privados, han comprobado que la huella que dejamos va más allá de la privacidad que creemos controlar. Y no, no basta con vaciar la Papelera para eliminar un documento de nuestro ordenador. Con ello lo único que hacemos es suprimir, por decirlo de alguna forma, la placa del buzón, pero no su contenido que sigue guardado en nuestro disco duro. Eso explica el interés que muestra la policía por llevarse los ordenadores debajo el brazo tras un registro.
http://www.cultofandroid.com Killiam Bell

Si las grandes empresas de internet dedican ingentes inversiones y a los más preparados expertos para lograr un conocimiento cada vez mayor del usuario, tú y yo, es porque tú y yo valemos mucho. Todo lo que consciente o inconscientemente vamos dejando de nosotros mismos en internet, la huella conformada por nuestro comportamiento como internautas, dibuja un perfil propio como consumidores y eso es vital para que las empresas puedan ajustar productos, ofertas, formas de pago... que parecen hechos a nuestra medida. Y lo están, efecto. ¿O es que creemos que Google es una ONG? ¿O es que aún hay alguien que piensa que Gmail es gratis? Nosotros somos el precio y el producto. Los robots de Google, por ejemplo, leen y escanean los mensajes que enviamos por Gmail para ofrecernos publicidad relacionada con los temas que tratamos en nuestros correos...; y de paso nos hacen "el favor", antes de que los abramos, de colocar los mensajes recibidos en la carpeta que les corresponde, amigos, familia.... (La última versión de este cliente de correo electrónico, Inbox, lleva esto a la máxima sofisticación). No necesitan ni abrir el sobre para saber lo que hay dentro.

Nuestro Curriculum ya no es la representacion más completa de lo que somos y sabemos. Los profesionales de la Selección de personal prefieren ya las redes sociales. Ahí es donde nos conocen mejor, cenas con los amigos incluidas.

Lo dicho, para que luego digan: en internet sí dejamos huella porque la red no conoce el olvido. Conviene recordar que siempre hay un lugar físico donde permanece la información, aunque la hayamos borrado de nuestro ordenador. Los datos que emitimos o recibimos van a parar o nos llegan de algún sitio no virtual sino físico y por tanto, además de accesible, frágil. 

Este es el terreno de juego en el que nos movemos. Un escenario a la vista del público, por mucho que intentemos escondernos entre bastidores. Digo escenario y digo bien porque, en el fondo, Internet no deja de ser un espectáculo.

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