SAN FERMÍN Y LA REALIDAD AUMENTADA

Es curioso comprobar cómo los avances tecnológicos sólo consisten, a veces, en facilitarnos la posibilidad de provocar a nuestro antojo un efecto que, de todas formas, la naturaleza o la vida ya nos proporcionan espontáneamente. Son como un parto inducido. Por ejemplo el frigorífico, que se limita a concentrar y mantener en un rincón de nuestra cocina el frio que ya existe; o la televisión que, con frecuencia, tan sólo exhibe la estupidez humana en distintos grados y según el horario. 

Algo así ocurre con la llamada “realidad aumentada”. Los muy puestos en todo lo digital saben que se denomina de forma tan pretenciosa a la posibilidad de mezclar imágenes reales con imágenes virtuales. Algo que ya nos ofrecen nuestros móviles: a la imagen real de una calle se puede incorporar de manera virtual información, por ejemplo, de los menús de sus restaurantes. Sin duda el avance es más que interesante. ¿Se imaginan que un día podamos aplicar la “realidad aumentada” a las personas? ¿Captar con el móvil a ciertos personajes y que sobre ellos aparecieran, eso sí, de forma virtual, sus “pecadillos”… sin IVA?
El caso es que, como bien explica Pierre Lévy en su libro ¿Qué es lo virtual”, dicho concepto no debe confundirse con lo falso, ilusorio o imaginario. Es, por el contrario, una forma de ser fecunda y creativa. De hecho, virtual proviene de virtus, palabra latina que significa fuerza, potencia…

… Y aquí, en Pamplona, se me ocurre que estamos precisamente ante una explosión de realidad aumentada en la que lo virtual, con toda su energía y fortaleza, se superpone a la cotidianeidad que esta ciudad vive durante los 357 días del año restantes. Pamplona en Sanfermines es la prueba de que la realidad aumentada será un logro tecnológico reciente, pero en esta ciudad la conocemos y practicamos desde la Edad Media y la tenemos “patentada”, con efectos universales, sobre todo desde el pasado siglo XX.

De ïnsula Barañaria. Carlos Mata
Se suele repetir que en la semana de Sanfermines esta ciudad se da la vuelta como un calcetín. Los niños se hacen Gigantes. Los maridos ven cómo se añade a su realidad de obligaciones familiares otra vida diferente, tan intensa como atractiva pero también algo ilusoria, (de ahí que al despertar surja el “pobre de mí”). Hasta los fuegos son “artificiales” y los Encierros, lejos de aprisionar, son la liberación por antonomasia de miedo, valor e inconsciencia con su miaja de adrenalina.

Hay también escenarios en los que a la realidad se le suma el exceso, de forma que lo virtual llega a oscurecer la esencia, el hecho. Uno es el chupinazo. Esa plaza de nuestro Ayuntamiento no da más de sí, y no me refiero sólo a su superficie. Su realidad festiva, alegre, prometedora, en forma de símbolo y estallido se ve aumentada por almas, que empiezan blancas y terminan color purgatorio, hasta sobrarse por todas sus costuras; y lo que se concibió como una reunión festiva, libre e incluso algo caótica, se virtualiza cada vez más con manifestaciones que poco tienen que ver con su fundamento.Y el otro es el secuestrado Riau-Riau. Aquí sí estaría bien poder superponer su componente reivindicativo solo de forma virtual, de manera que la Corporación llegara a Vísperas cariñosamente “vapuleada” pero con un cierto decoro.

Disfrutamos pues estos días de una realidad virtual que bien podríamos percibir como imaginaria, pero que se acerca más a su acepción original. Es la virtus, la fuerza, la imaginación, la exuberancia… las que se abren paso entre una gente más bien seria y en una ciudad algo anodina. Por eso quienes nos conocen en otros momentos del año no dan crédito a lo que ven y viven estos 8 días con las mismas personas y en las mismas calles. Lo nuestro, en Sanfermines, sí es una realidad aumentada...incluso hasta el exceso.


Aquí, por ejemplo, somos muy de sujeto, verbo y predicado. Tú ya me entiendes y bromas las justas. Pero en el relato de este paréntesis anual caben todo tipo de adjetivos, signos de exclamación, frases complementarias que intentan explicar lo a veces inexplicable. Cualquier observador recién llegado, ante semejante espectáculo, oscila entre el asombro silencioso o el monosílabo contenido. Pero los actores de la fiesta, sean propios o extraños de confianza, parecen verse abducidos por una especie de incontinencia sonora y también anímica que se expresa en risas, gritos, cantos, chistes…,todo ello con una apreciable riqueza de vocabulario y entonación con constantes altibajos, sea de día o de noche. 

Son los Sanfermines. Nuestra particular “realidad aumentada” que nos transforma por dentro y por fuera.

¡Ah! Y si alguien quiere saber qué es de verdad una “red social”, que se pase por aquí. ¿La contraseña? Vivasanfermín, así, juntico.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL PLAN DE COMUNICACIÓN Y SU PROPORCIÓN ÁUREA

CRÓNICA DE UN CAMBIO CRÓNICO